miércoles, 24 de noviembre de 2010

LIBRO DEL AMIGO Y DEL AMADO.
Hay ambiciones que ocupan como instrumento, para su satisfacción, la espada bífida de la razón. Raimundo Lulio esgrimió un arma, que llevaba por un lado el emblema del amor para el establecimiento de la unidad cristiana, y por el otro, la necesidad del sufrimiento para asegurar la conversión de los infieles. El libro del amigo y del amado constituye el proyecto filosófico- literario para la consecución de tal ambición, a saber, un Estado universal cristiano. Mi propósito en este ensayo es interpretar la moralidad que sostiene dicho escrito, para poder esclarecer que, si bien no es el único, al menos, el método antinómico moral que utiliza resulta favorable para la resolución de dicha ambición, sin embargo ¿favorece a aquellos que no la comparten?
Blanquerna es el personaje, según Lulio, que escribió el Libro del amigo y del amado por petición de un ermitaño preocupado por la infidelidad de los hombres respecto a “el amado”. Incitado por tal petición Blanquerna, quien había sido Papa, recordó las parábolas de amor que algunos religiosos denominados sofíes o morabutos proferían a la gente y producían en ésta un gran fervor y devoción. Por lo añadido escribió de forma similar parábolas amorosas para así contagiar a los hombres el amor por “Dios Nuestro Señor”.[1]
De este modo, el texto Luliano tiene por objeto, a través de su enseñanza, generar en los hombres el amor hacia Cristo. En donde se entiende al amigo como cualquier fiel y devoto cristiano y al Amado como al agente o causa de la devoción.
Las características del amor son onerosas y pesadas: el amigo debe sufrir, ser paciente, humilde, temeroso, solícito y “arriesgarse a grandes peligros para honrar a su Amado”[2].Por el contrario el Amado es piadoso y justo para con su amigo. Esta situación trae a la memoria una de las condiciones que San Agustín exigía para la inserción a la ciudad de Dios: tener la capacidad de “vivir en desprecio de sí propio”.[3]
La antinomia entre placer y dolor es demasiado marcada, se diluyen los valores con el agua turbia de un aparente amor. Son dos los fuegos que calientan el amor del amigo: el uno es de deseos, placeres y pensamientos; el otro se compone de temor y desmayos, lágrimas y llantos, dice Lulio, en boca del eremita Blanquerna.

Más aún, la condición, ya no moral, sino física del amigo se contrapone así misma, pues salud y enfermedad se traslapan en la devoción ferviente hacia el Amado. Inclusive, la justificación para la unión de los opuestos es nula en los enunciados lógicos que contiene el libro. Así se muestra en el parágrafo cincuenta:
Dijo el amigo a su Amado: “En ti está mi salud y mi dolencia; cuando más perfectamente me sanas, crece más mi langor y cuando más me enfermas, más salud me das.”
La labor unionista de Lulio no se limita a consideraciones morales y físicas, sino también abarca una epistemología que se desenvuelve en la conjunción de fe y razón, es decir, fe y razón se consolidan; la fe tiene que estar ilustrada por la razón y la razón debe ser iluminada por la fe. El sujeto cognoscente y el objeto de conocimiento no se excluyen, sin embargo, existen jerarquías. Pues el Amado es perfección y el amigo por consecuencia naturaleza imperfecta.
La imperfección del sujeto mundano es proclive a la perfección de Dios y del Amado, por ello, no puede dejar de padecer los estragos del amor el sujeto terrenal. En el amor encuentra el hombre su completud, la raíz de la virtud, la unión con Dios. El amor como panacea de toda imperfección terrestre y a la vez motivo de tolerancia respecto las vicisitudes mundanas.
En fin, Lulio pretende la conversión del pueblo musulmán al cristiano y la unión de diferentes comunidades cristianas, con el estandarte de un valor que se yergue con el titulo de amor, aunque ello incluya la antinomia del individuo, su destrucción ontológica por la presión de elementos incompatibles, al menos en la experiencia empírica.
Raciel Sánchez Rivas
[1] Lulio, Raimundo. Libro del amigo y de amado. §1. P. 47. Traducción castellana anónima. ED. Aguilar. Argentina, 1981.
[2] Ibíd., §32.
[3] Cfr. Xirau, Ramón. Introducción a la historia de la filosofía. “Las dos ciudades”. P.142. UNAM. 2008.

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