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lunes, 2 de noviembre de 2009

Relato y Mito

Relato y mito

Por Manuel Martínez

Se ha dicho que la narración es la piedra de toque de toda tradición, en el sentido de que es a partir del continuo tejido de historias y de la re-elaboración de las mismas que se instaura un relato como pilar de una cultura. (Cave aclarar que por relato se entiende a la estructura epistémica o paradigmática que articula a un agrupamiento cultural)

El caso del judaísmo no es la excepción. A pesar de pregonar una revelación del relato es claro que se ha constituido poco a poco. Es cierto, parten de un monoteísmo que intenta rechazar el politeísmo prístino de su grupo étnico, sin embargo éste brota, pulula en cada intento de esquematizar su mito originario.

Tenemos el caso de la tradición abrahamica, raíz de las tres grandes religiones de occidente. En ella si bien ya está presente el monoteísmo, el dualismo es la clave interpretativa de dicha tradición.

También está la teodicea del génesis, la creación del mundo y de la vida que hay en él, incluyendo la maldad. Tal vez éste es el punto que más explica las peripecias de muchos exégetas bíblicos. ¿Cómo es que Dios siendo infinitamente bueno ha creado el mal? No lo creó –dicen algunos- es la zona donde falta Dios. Otros dicen que hay maldad en el mundo porque en el mismo Dios la maldad está presente. A esta tesis se le añaden consideraciones semánticas respecto al término de maldad; lo que uno percibe como maldad no es otra cosa que terror. Es lo numinoso, la cara de lo absoluto, de lo indeterminado: el lado B de Dios. Y como parte de él resulta fascinante contemplarlo e incluso resulta nada deleznable experimentarlo. El mal es pues el misterium tremendum.

Estas interpretaciones nacen a la sazón de un eje rector, a saber la justificación a posteriori del mito. El mito per se no necesita justificación, es la primera piedra, el cimiento, cimiento que in nuce implica un edificio. Por el contrario, lo que sí la requiere es la instauración del mito como meta-relato, como episteme de una cultura, pues en ese momento trata de esquematizar la vida óntica y ontológicamente. Ya no es momento de onomatopeyas, es tiempo de conceptualizar trascendentalmente.

Es decir, la narración posibilita la creación del mito, engrana de tal manera que al desarrollarse puede, sobre la marcha, justificar su camino, instaura el modelo ad hoc, modelo que se irá adecuando conforme la práctica lo requiera.

lunes, 12 de octubre de 2009

Narración esquematizadora

Por Manuel Martínez

Según la lectura que propuso el Dr. Ignacio Díaz de la Serna en la cátedra “escenarios del deseo” (sem 2009-2) de la novela de Roberto Calasso titulada La ruina de Kasch,la narración antecede al mito en gran medida. La novela trata básicamente de la leyenda del cataclismo del mencionado reino africano, que como parte de un ritual cosmogónico el pueblo sacrificaba al rey cuando los astros alcanzaban determinadas posiciones celestiales. Dicho sacrificio era necesario para darle estabilidad al mundo pues era la marca de inicio y conclusión del ciclo cósmico. En otras palabras, el tiempo era medido en función del sacrificio del rey. Es claro que si no hubiera dicho sacrificio se perdería el cómputo del tiempo.

A ese reino llegó un día un extranjero llamado Far-limas, un excepcional narrador que se hace amigo del rey en turno, Akaft. Éste a diferencia de sus predecesores no desea morir (primer conato de ruptura). A su vez Far-limas se enamora de la hermana del rey, Saly, la cual, como parte del ritual, también será sacrificada con otro mancebo, pues ambos representan a la humanidad. Ella pide a Far-limas que impida el sacrificio. Éste lo hace contando una de sus historias embriagadoras al pueblo y en especial a los sacerdotes, quienes al escucharlo se olvidaron de escrutar el cielo. Al romperse el orden cósmico, los papeles se invierten, ya no son los sacerdotes quienes eligen al rey, y por consiguiente, deciden sobre la vida y la muerte de los hombres, ahora el rey es quien lo decide.

Con la llegada de Far-limas se inició la ruina del antiguo orden de Kasch, basado en el sacrificio. Pero el nuevo orden, que había abolido la ejecución ritual del rey, no tardó en desmoronarse. De éste segundo sólo quedaron las historias de Far-limas, del primero sólo las referencias que se hacen desde las historias, inclusive, sólo se hace referencia al momento de la ruptura.

Cave mencionar que dicha novela está configurada con citas textuales de libros científicos, de historia, de filosofía, de doctrinas religiosas, entre otros. Por lo cual se presume que dicho mito es proto-narrativo, es decir, que es una muestra del carácter trascendental de la narración en todas las culturas.

Ahora bien, ¿cómo se articula con el tema del curso?

En función de la esquematización del lenguaje, específicamente de la narración, que necesita indudablemente una estructura dualista.

Si lo vemos detenidamente, el nuevo reino que inicia con la llegada de Far-limas es le reino del nomos, de la cultura, del relato, de la disociación de lo sagrado y lo profano, en suma del simulacro. Mientras que el antiguo orden era el reino de la sangre, del sacrificio, de la purificación. En el reino del simulacro la palabra es siempre una sustitución, pues sustituye por signos, símbolos al cuerpo ensangrentado.

No obstante la palabra al esquematizar la existencia, e imponer la cotidianidad como el ámbito de lo profano, también tiene el poder de elevarnos a lo sagrado, pues tiene el poder de purificar; al decir hace “como si…”

En otros términos suprimir la sangre de lo cotidiano la incluye en lo extraordinario, en lo sagrado. En ese ámbito de lo no-dicho, no-realizado, del no-ser.

Mantener la disociación es mantenernos en el ámbito del simulacro, no obstante, mantener la simulación como la única verdad, es la manera que tenemos de existir pues no hay manera de regresar al estado pre-narrativo. Ya que desde el relato el ámbito de lo sagrado es terrorífico: misterium tremendum, pero también fascinante, mirium, beatitud. Es decir, el reino de la sangre es asequible merced a la narración, lo buscamos porque es fascinante y terrorífico, por lo cual insoportable en la cotidianidad. Es restringido al ámbito de lo extraordinario, a pesar que nos acompañe como elemento constitutivo.