Plotino, al igual que Platón, dividirá el Universo en dos partes: una donde el alma se halla en estado impuro (el acá) y otra hacia donde el alma pretende llegar (el allá). La primera hace referencia al mundo sensible y la segunda al mundo inteligible.
Es precisamente la huida del acá al allá la que supone el camino que ha de seguir el alma en su proceso catártico. Éste es uno de los dos movimientos del alma, el ascensional, que implica un recogimiento interior y un volverse hacia sí mismo, que presuponen la evasión del cuerpo. El segundo es un descenso, cuando se sumerge en el cuerpo, en la vida y en la propia naturaleza. Resulta ser la continuación de la idea platónica.
Dicho esto, es deducible entonces que la tarea del alma es la de ir superando grados, de modo que la operación de uno suponga la llegada al otro y así sucesivamente hasta llegar a la cumbre. Y, ¿cómo es posible realizar esta acción?
Plotino distingue claramente tres hipóstasis o niveles ontológicos: el Uno-Bien, la Inteligencia y el Alma. (Enéada II, 9)
El Uno-Bien es la idea de la que parte su sistema filosófico. Unidad y simplicidad por excelencia porque, a manera de Platón, parte de lo múltiple hasta llegar a la Unidad; siendo, pues, lo primero una imagen de lo segundo. Tiene, además, la particularidad de ser autosuficiente e infinito, ya que carece de partes y de forma. Subraya que «es el ser que es acto por sí mismo». (Enéada VI).
Diríamos que es el Bien trascendente, el acto puro auto-creador, pues, a pesar de que en un principio se podría pensar que (como Platón) identifica al Bien con la Belleza primaria (Enéada I, 6, 9) o con la Belleza en sí (Enéada I, 6, 6), concluye con dos posibilidades. Si lo expresado anteriormente resultara cierto, el Bien estaría más allá de la Belleza porque es su fuente y principio. En caso de que no fuera así señala que «la Belleza está más allá».
La Inteligencia se identifica con la imagen del Uno (Enéada I, 7) al ser engendrada por la unidad absoluta. Plotino piensa que básicamente es la unión de la inteligencia propiamente considerada y la del mundo inteligible. Asimismo, se referirá a ella como un Dios segundo.
El Alma es la intermediaria entre el mundo inteligible y el sensible.
Al ser así, tendrá una doble naturaleza intelectiva y sensitiva. (Enéada IV, 8, 7). Por ello, el Alma será la productora del mundo corpóreo: «Para proceder genera el lugar, es decir, el cuerpo»
Dicho de otro modo, el Alma buscará en la Inteligencia las que se convierten en imágenes o representaciones ya en el mundo de los sentidos. Así, cualquier alma individual (intelectiva) es manifestación de la del mundo (sensitiva), que es la misma materia. El Alma, entonces, se acepta como existente en el mundo inteligible y en el sensible. En tal caso, se deduce que Plotino realiza una doble concepción del alma: fuerza organizadora de los cuerpos como función normal buena y sede del destino que será fuente de impureza y vicios.
Tras la explicación de los tres niveles, se podría plantear si es la materia opuesta a la Unidad.
En principio podría contestarse afirmativamente, por cuanto que la materia carece de toda la perfección que es por sí y en sí misma la Unidad. No obstante, la consideración de la Belleza nos hace pensar que no todos los cuerpos están privados del Bien, de la Belleza, del Alma o de la Inteligencia.
Con pensar tan sólo en las tres hipóstasis y, en concreto, la Belleza que expande el Uno-Bien a los demás niveles, podría verse con claridad. Si se piensa en el avance ascensional al Uno-Bien es posible reconocer una belleza del acá desde la cual se puede llegar a la de allá, como paso previo a esa Belleza del principio supremo. Esto supone la clara distinción entre dos bellezas, la sensible y la inteligible.
En el mundo corpóreo una especie de luz emitida por el alma y el cuerpo da lugar al animal, que consta de lo que se denomina «bestia inferior» y del hombre. El hombre es hombre en la medida que tiene alma racional y es capaz de razonar. Está vida intelectiva la posee debido a que el alma participa de la inteligencia, permitiendo que se desarrolle una inteligencia del alma. Esta característica en el hombre será uno de los métodos que le ayudarán en la subida a lo inteligible.
Para alcanzar la cima más alta el hombre ha de ser primero conducido fuera de lo puramente material a través del ejercicio de las virtudes, que le hacen ver la belleza que reside en ella. Con esto se habrá conseguido, por medio de, la razón y de las virtudes, despertar el amor hacia las cosas incorporales o inmateriales y hacerle contemplar la belleza presente en lo inteligible.
Es preciso infundirle al hombre las razones propias de la filosofía (razonamiento dialéctico), puesto que son éstas con las que el Alma se eleva a la Inteligencia y de ella al Uno-Bien. Esta ascensión, a semejanza de Platón, se efectúa a través de la dialéctica de la razón (método filosófico) y de la práctica de las virtudes mediante una dialéctica amorosa. Todo ello denota un subjetivismo radical en una ascensión progresiva al ir encontrando el inteligible en nosotros mismos:
«El ser bellos es encontrarnos en nosotros mismos». (Enéada V, 8)
De aquí se deduce que la verdad se halla en nuestro interior y así lo subraya:
«Hay que acostumbrar, pues, al alma a mirar por sí misma». (Enéada I, 6, 9)
Todo da a entender que lo importante es ser capaz de superar el plano de la belleza sensible (tras repudiar la materia) para llegar a la belleza inteligible y de ella al Uno-Bien, donde nace lo bello.
Resulta ser la razón por la que podríamos decir que la estética constituye la base de la doctrina filosófica de Plotino, entendiendo por ella una teoría de la Belleza (contemplación artística).
Bibliografía:
· ALSINA CLOTA, José, El neoplatonismo, Barcelona, Ed. Anthropos, 1989.
· BRÈNIER, E., La filosofía de Plotino, Argentina, Ed. Sudamericana, 1953.
· PLOTINO, Enéadas I-II, Madrid, Gredos, 1992.
· PLOTINO, Enéada V, Madrid, Aguilar, 1992.
MENDEZ DIAZ MARI CECI
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