En esta entrada me interesa justificar la elección del tema de la mística, señalando la importancia de su estudio para el pensamiento filosófico contemporáneo. La exposición no pretende ser exhaustiva, constituye más bien sólo un acercamiento a las razones que me llevaron a interesarme en el tema y que serán presentadas en el siguiente orden: 1) la crisis de la intimidad e individualidad en las sociedades modernas; 2) el deseo de lo otro (del otro), cuya importancia para la reflexión ética me parece fundamental y 3) el estudio del misticismo como posibilidad de distanciamiento, crítica e innovación de nuestra tradición. Los temas se tratarán con mayor detenimiento en el trabajo final y serán retomadas las reflexiones acerca del lenguaje esbozadas en la primera entrada.
1.
La mística constituye una experiencia individualizada con lo sagrado; su aparición es posterior al origen del fenómeno religioso (que mantiene una estrechísima relación con la vida en comunidad) pues era necesario para su desarrollo que el hombre fuera ya poseedor de una individualidad definida. El surgimiento de la individualidad trae consigo el surgimiento de la relación del hombre consigo mismo.
Vivimos una época que privilegia aquel conocimiento que pretende decir lo que las cosas son, esto es, el conocimiento científico. Sin embargo, esta forma de relacionarnos con el mundo no invalida las demás y, en algunos casos, por ejemplo cuando se trata de abordar temas como el de la intimidad, los métodos científicos resultan inadecuados. El hecho de que no sea posible hablar de ellos a través del discurso científico no anula la necesidad de atenderlos (la pobreza espiritual característica de nuestros tiempo, así como el malestar que acarrean al individuo bien podrían explicarse por la desatención a que ha estado sujeta la conciencia individual desde el florecimiento de las sociedades modernas). Me parece que, en este sentido, los medios de los que se vale el místico se muestran superiores si se pretende una remisión al espacio íntimo. La mística habla, a pesar de que aquello que constituye su objeto resulta inaccesible para el lenguaje conceptual pues, como señala Eduardo Nicol, el hombre accede a la divinidad por la vía mística y por la vía racional (la teología sistemática). La vinculación religiosa en cualquiera de los dos casos trae consigo la necesidad de hablar de ella, en el caso de la mística “después de las vicisitudes preliminares lo revelado en la culminación del itinerario podrá ser inefable; pero todo lo demás se comunica, para instrucción y como edificación. De este modo, la experiencia del místico, que por naturaleza es singular e intransferible, se hace comunitaria” (Eduardo Nicol, 1977, p. 120).
2.
El tema de la otredad y del lenguaje, como aquello que trasciende y constituye al sujeto respectivamente, ocupan buena parte del pensamiento filosófico contemporáneo. En este sentido, las aportaciones del estudio del misticismo al actual quehacer filosófico resultan sumamente enriquecedoras: “La destrucción de las concepciones metafísicas de Dios, de todos los ídolos de la razón, alcanzarían su culminación en Nietzsche y abriría la posibilidad de pensar la inefabilidad y la trascendencia de Dios [lo absolutamente otro] retomando el camino que el Areopagita trazó en el siglo VI de nuestra era” (Yébenes, 2007, p. 11).
La forma en que el místico “opera” en su búsqueda incesante por lograr la unificación con lo divino tiene mucho que decir a un pensamiento que no quiere ser más pensamiento del ser y de lo que es, y para el que resulta prioritario reflexionar acerca de la contingencia, la diferencia, la finitud, el deseo, etc.
Sumamente importante resulta para, por poner un ejemplo, una ética que es consiente de los peligros que entraña una teoría que pretenda decir cómo deben ser las cosas, a qué debemos aspirar, etcétera (el peligro residiría en que tarde o temprano sus afirmaciones conducen a un comportamiento totalitario) pero que eso sí, partiendo de la experiencia histórica del mal, se sabe en el deber de hablar acerca de aquello que no debe ser, de lo que no podemos permitir que se repita (esta es la postura defendida por las llamadas éticas negativas como la del filósofo y pedagogo J. C. Melich).
El sujeto consiente de su finitud (de su carencia y fragilidad) desea (necesita) experimentar el encuentro con lo absolutamente otro. Lo totalmente otro se resiste ha de ser expresado por el lenguaje, pues se niega a ser reducido. Sin embargo, la necesidad de hablar de aquello que resulta inaccesible al lenguaje persiste y aquí hallamos la importancia de las operaciones negativas del lenguaje y del silencio (parte fundamental del auténtico lenguaje humano) que forman parte de la vía mística.
3.
El camino que el místico emprende estaría motivado por el anhelo de lograr fundirse con aquello que lo trasciende, por un anhelo que jamás puede alcanzar su plena satisfacción. El trabajo del místico, entonces, no ha de agotarse jamás. Purificación, distanciamiento, desapego, contemplación y aun el recogimiento y la quietud deben ser entendidos como trabajo: “El camino de la contemplación exige una profunda actividad, dinamismo, movimiento tras la aparente quietud. Requiere trabajo. No por imaginario el trabajo es más fácil. Más bien al contrario; estos trabajos del alma son, si se quiere, más duros y rigurosos que las jornadas del trabajo cotidiano” (Lapoujade, 1999, p. 112). Desde esta perspectiva, me parece que el acercamiento a la mística bien puede constituirse en una forma de tomar distancia respecto a las concepciones vigente en las que estamos inmersos, para poder llevar acabo una crítica de las mismas. En este caso, la mística nos brinda la posibilidad de recuperar el valor de lo “inútil”.
Por lo anterior, el hecho de que el objeto hacia el que tiende la mística sea inaccesible en ultima instancia y que, en este sentido, su actividad esté condenada al fracaso ha de ser sopesado con los frutos que su estudio puede darnos; frutos nada despreciables, desde mi punto de vista, para el pensamiento contemporáneo. La mística constituye una crítica radical a, por lo menos, dos de las ideas más importantes de la filosofía moderna como lo son el sujeto y el ser, pues con ella presenciamos “el desvanecimiento del ser a favor del todo” (Yébenes, 2007, p. 17).
BIBLIOGRAFÍA
Nicol, Eduardo, La idea del hombre, FCE, 1977, México.
Lapoujade, María, “Espacios imaginarios místicos de la intimidad” en Primer coloquio internacional. Espacios imaginarios, UNAM, 1999, México.
Yébenes, Zenia, Figuras de lo imposible. Trayectos desde la mítica, la estética y el pensamiento contemporáneo, Anthropos, México, 2007.
Un libro: El evangelio de la depresión
Hace 3 años
2 comentarios:
Mary Carmen:
Tu interés en el tema de la mística es muy viable y puede cobrar muchos derroteros. Te recomiendo leer El fruto de la nada de Meister Eckhart, el apartado que lleva por nombre: "El templo vacío".
Las referencias de Nicol y de Lapoujade no están mal, aunque quizá debas acercarte a estudiosos más precisos del fenómeno místico como Juan Martín Velasco. Puedes revisar también el libro que coordinan Isabel Cabrera y Carmen Silva que se llama: Umbrales de la mística, y que está publicado por la UNAM. De este último texto te recomiendo revisar el primer artículo que se llama: "Para comprender la mística", pues encaja perfectamente con lo que se ha visto en clase y con tu interés por el tema de la mística.
En general, tu aportación es bastante buena.
Sigue adelante.
Yo añadiría que no estaría mal echarle ojos a los intérpretes clásicos: Rudolf Otto (Lo numinoso) o Stace (Mysticism and Philosophy). Por lo demás me parece muy bien, espero un muy buen ensayo de tu parte.
Publicar un comentario