No solo hay tiranía del amo, sino también de sus seguidores. Quien no entona en la clave que el director y la mayoría de la orquesta establece, no merece vítores ni la gloria al final de la pieza. Job desentonó, y justo habría sido no haber recibido esa gloria, a cambio de su libertad expresiva. Pero la tiranía del orden –representada en el director y los concertistas- pudo restablecer el sentido de la melodía y salvaguardar de este modo el estilo arbitrario de una época.
Hay que analizar el libro de Job, para entender mejor esta alegoría.
La historia se desenvuelve poéticamente: Job era un hombre íntegro, recto y apartado del mal, la prosperidad material le acompañaba, tenía una familia cuantiosa, poseía miles de animales para el ganado y así mismo obedecían sus indicaciones numerosos siervos. Aunado a esto, una fidelidad ferviente hacia Yahvé impulsaba sus pasos. Job era un hombre ejemplar.
Sin embargo, repentinamente la desgracia alteró el bienestar estable del fiel hombre; perdió sus bienes materiales, su familia y no obstante lo cobijó una ignominiosa enfermedad. ¿La causa? Una prueba de fe solicitada por el Satán[1] a Yahvé.[2] Precisamente el padecimiento de esta enfermedad extraordinaria, que no es más que una adhesión más a la desdicha de Job, provoca en él una repugnancia hacia el orden de la justicia metafísica. Pero la aparición de sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar será la fuerza contraria que tenga por objeto atemperar ese repudio.
La tesis tradicional de que Dios premia al justo y castiga al que no lo es se desmorona, es decir, no tiene validez frente a su situación precaria. Pues Job ha sido siempre justo. Por el contrario, se erige en el libro de Job una nueva tesis: “los sufrimientos del justo tienen sentido en el conjunto del proyecto de Dios”[3]. Y por supuesto que Job no acepta el nuevo orden lógico. Su catástrofe ha dislocado la lógica del mundo. La necesidad teológica no tiene sentido, el argumento que apunta “haz el bien y necesariamente padecerás el bien” no tiene sustento en la existencia. Job se ha vuelto un rebelde metafísico.
La rebeldía metafísica, dice Camus, es el movimiento por el que un hombre se levanta contra su condición y la creación entera. “Es metafísica porque contesta los fines del hombre y de la creación […] el rebelde metafísico se declara frustrado por la creación”.[4] No hay duda de la frustración que Job padece respecto a su Dios Yahvé. El principio de justicia que lleva consigo se opone a la injusticia que le rodea y pregunta insubordinado a los amigos: “¿Por qué siguen vivos los malvados, que envejecen y aumenta su poder?”(21,20-14)
Y ante las respuestas y justificaciones absurdas de sus compañeros, Job se subleva cada vez más; “¿por qué me consoláis con tonterías, con argumentos llenos de engaño?” (21, 21-33). A pesar de la claridad de la injusticia metafísica, los abogados de Yahvé, acusan a Job de haber sido injusto antes de su situación presente y con tal argumento justifican la desgracia que carga el extinto hombre ejemplar. Ya lo dice Girard “Los amigos no olvidan nunca su objetivo: romper la resistencia de Job, pero sin aparente violencia”[5]
Ahora bien, el reconocimiento nulo que hace Job de su culpabilidad, además de su estado irrevocable de rebeldía ante Dios y sus amigos, constituye el enaltecimiento de su razón contra la divinidad arbitraria. Pero así mismo dicha resistencia es también el origen de su resignación inminente. ¿Por qué? Por la intolerancia a la libertad de pensamiento y opinión; por la cólera descargada de un nuevo abogado de Dios: su nombre, Elihú. La “misteriosa” inclusión de éste último personaje a la historia de Job es sin duda un engrane que cambia el movimiento de la maquinaria de la rebeldía metafísica de Job, pues los argumentos de Elifaz, Sofar y Bildad no pudieron quebrantar las tesis de su amigo.[6]
"Aquellos tres hombres ya no contestaron a Job, dado que estaba convencido de su inocencia. Pero Elihú […] descargó su cólera contra Job porque pretendía tener razón frente a Dios". (32, 31-21)
El discurso coercitivo que profiere Elihú disminuye el ímpetu rebelde de Job, no por su capacidad de detracción argumentativa como por su arbitrariedad monológica. Cuando la presunción de infalibilidad prevalece, cualquier oportunidad de diálogo se desvanece. Si la confrontación discursiva es impermisible, si la opinión es unívoca e irrefutable, la construcción de la realidad se vuelve unidimensional. En la realidad unívoca no existe el error, solo hay horror. Y el horror descansa en la persona sublevada ante el error. Job encontró un error en la lógica de la retribución, por lo tanto, Job es el horror, la gangrena del cuerpo perfecto, el desfogue del rio, la nota que desentona la melodía.
Aún hay más. Yahvé se dirige desde la tormenta a Job, finalizado el discurso de Elihú. Por fin ha osado enfrentarse con el que denigra su dignidad suprema y el arma que blande parece indestructible:
"¿Quién es éste que denigra mi designio, diciendo tales desvaríos? Si eres valiente, cíñete los lomos: te voy a preguntar y tú me instruirás". (38, 37-19)
La respuesta de Yahvé a la sublevación de Job más que jurídica es simbólica y sarcástica. Pues no habla de justicia, ni del nuevo orden existencial impuesto (el sufrimiento del justo), menos aún explica la causa de ese sufrimiento, es decir, no confiesa que el origen de la desgracia se debe al reto que le ofreció el Satán. Por el contrario, amedrenta a Job con un discurso cosmogónico:
"¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dilo, si tanto sabes y entiendes. ¿Sabes quién fijó sus medidas, o quién la midió a cordel? [...] ¿Quién cerró el mar con compuertas, cuando escapaba impetuoso de su seno?" (38, 37-19)
En fin, Job se arrepiente de su actitud y Yahvé remunera el daño con la multiplicación de bienes. Pero nada asegura que el arrepentimiento sea por convicción más que por temor. La rebeldía de Job queda mutilada; no se consagra, ya sea por el abuso de la mayoría sobre el particular, ya sea por la manipulación de tipo literario.
Sea como sea, el director de la orquesta con ayuda de los concertistas pudo restablecer el orden de la melodía. La libertad expresiva de un solo ejecutante fue suprimida por la mayoría. Y la tesis arbitraria de una época: “El sufrimiento justo del hombre justo” fue salvaguardada y aún más; heredada época tras época.
Raciel Sánchez Rivas
Raciel Sánchez Rivas
Bibliografía
[1] Término derivado de la palabra hebrea shatán que se traduce como adversario, enemigo, obstaculizador o acusador.
[2] Utilizo La nueva biblia de Jerusalén, “Job”. (2, 1-8) ED. Desclée de Brouwer. 1999. España.
[3] Cfr. Introducción.
[4] Albert Camus, El hombre rebelde, “La rebeldía metafísica”. P.35, ED. Alianza. Madrid. 2008
[5] René Girard, La ruta antigua de los hombres perversos. P.138, ED. Anagrama. Barcelona. 1989
[6] Llamo “misteriosa” a esta nueva intervención, pues los discursos de Elihú difieren del resto del libro de Job por el lenguaje, el estilo y la manera de argumentar. Y por tanto pudieron –el discurso de Elihú y de Yahvé- ser insertados por algún otro autor, según la nota al pie de página de la Nueva Biblia de Jerusalén. Cfr. P.866.
[1] Término derivado de la palabra hebrea shatán que se traduce como adversario, enemigo, obstaculizador o acusador.
[2] Utilizo La nueva biblia de Jerusalén, “Job”. (2, 1-8) ED. Desclée de Brouwer. 1999. España.
[3] Cfr. Introducción.
[4] Albert Camus, El hombre rebelde, “La rebeldía metafísica”. P.35, ED. Alianza. Madrid. 2008
[5] René Girard, La ruta antigua de los hombres perversos. P.138, ED. Anagrama. Barcelona. 1989
[6] Llamo “misteriosa” a esta nueva intervención, pues los discursos de Elihú difieren del resto del libro de Job por el lenguaje, el estilo y la manera de argumentar. Y por tanto pudieron –el discurso de Elihú y de Yahvé- ser insertados por algún otro autor, según la nota al pie de página de la Nueva Biblia de Jerusalén. Cfr. P.866.
4 comentarios:
Raciel:
El vínculo entre el Job de las Escrituras y el hombre rebelde de Camus es muy interesante y puede explotarse mucho más. En ambos casos, se trata de hombres que dicen "no" ante una situación que les aqueja, y al mismo tiempo afirman un valor que ellos consideran una máxima. En los dos, lo que se defiende es la dignidad del hombre frente a sus dioses, frente a una condición que les es impuesta.
Sin embargo, y como bien lo notas, pareciera que al final del texto de Job, éste queda conforme con la "respuesta" que recibe de Dios. Ante esto último, te recomiendo revisar un artículo de Carl Jung que se llama: "Respuesta a Job", pues te puede servir para problematizar más tu tema.
Tu aportación y el tema que has elegido es excelente.
Raciel:
El vínculo entre el Job de las Escrituras y el hombre rebelde de Camus es muy interesante y puede explotarse mucho más. En ambos casos, se trata de hombres que dicen "no" ante una situación que les aqueja, y al mismo tiempo afirman un valor que ellos consideran una máxima. En los dos, lo que se defiende es la dignidad del hombre frente a sus dioses, frente a una condición que les es impuesta.
Sin embargo, y como bien lo notas, pareciera que al final del texto de Job, éste queda conforme con la "respuesta" que recibe de Dios. Ante esto último, te recomiendo revisar un artículo de Carl Jung que se llama: "Respuesta a Job", pues te puede servir para problematizar más tu tema.
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Raciel:
El vínculo entre el Job de las Escrituras y el hombre rebelde de Camus es muy interesante y puede explotarse mucho más. En ambos casos, se trata de hombres que dicen "no" ante una situación que les aqueja, y al mismo tiempo afirman un valor que ellos consideran una máxima. En los dos, lo que se defiende es la dignidad del hombre frente a sus dioses, frente a una condición que les es impuesta.
Sin embargo, y como bien lo notas, pareciera que al final del texto de Job, éste queda conforme con la "respuesta" que recibe de Dios. Ante esto último, te recomiendo revisar un artículo de Carl Jung que se llama: "Respuesta a Job", pues te puede servir para problematizar más tu tema.
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Coincido con Enrique, tu colaboración es muy buena y posee dos o tres intuiciones muy interesantes, ojalá queden bien expresadas en tu ensayo final.
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