jueves, 8 de octubre de 2009

BEBER DE TU SANGRE

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 6:54

En el cristianismo, la Eucaristía es el nuevo pacto que Jesús establece en su cuerpo y sangre, completando el que había hecho Moisés.
Comer del cuerpo (pan) y beber la sangre (vino) de Cristo en la Cena del Señor nos remite a un origen pagano, donde las cenas en memoria de los muertos eran comunes, y no prevalecía la prohibición judía de beber sangre:

No comeréis cosa alguna con sangre, no seréis agoreros, ni adivinos.
Levítico 19:26.

El propósito de la Eucaristía es proclamar la muerte de Jesús hasta su regreso, a la manera en que los griegos constituían sociedades para reunirse a la mesa en memoria de los que habían fallecido y beber en honor a algún dios. Compartir los alimentos fue un rasgo significativo en el ministerio de Jesús, quien se acompañaba de los rechazados como parte de su mensaje de perdón e inclusión.
Desde los inicios del cristianismo existe la creencia de que esta institución incluye un mandato para continuar la celebración, como una anticipación en esta vida del gozo que habrá en el banquete del reino de Dios. Edward Carpenter propuso a principios del siglo XX que la Eucaristía tiene su origen en una práctica mundialmente extendida de memorial o sacrificio donde el vino simboliza la sangre.

En la última Cena, Jesús se refiere al vino como equivalente a la sangre de un animal derramada en sacrificio, y al compartir el pan afirma que su valor es el de la carne sacrificada, en contraste a los ritos de la Pascua judía, como se describen en el capítulo 12 del Éxodo: La pascua judía conmemora la salvación del pueblo elegido de Dios, los israelitas, quienes fueron librados de morir a través de la sangre de los corderos. La muerte de Jesús sería la culminación del sacrificio que la Pascua anunciaba.

La ceremonia judía del Qiddush involucra una copa de vino, que se santifica recitando una plegaria de acción de gracias y después se distribuye entre los presentes. En otras ocasiones especiales, la bendición se recita sobre una copa de vino especial llamada “la copa de bendición”. Al final de la plegaria primero el líder y después todos los presentes beben de la copa.

Considerando que los habitantes de Corinto en Grecia fueron evangelizados por Pablo aproximadamente en el año 51 o 52 nos encontramos con una congregación de conversos paganos, no judíos, integrando los elementos del deipnon o symposium.
En la primera epístola que Pablo les dirige los exhorta a celebrar la Eucaristía de la manera correcta, ya que de otra forma tendrán que responder por el cuerpo y la sangre del Señor:

Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.
1 Corintios 11:29.

Las prácticas helénicas fueron adoptadas por los judíos tras las conquistas de Alejandro Magno. Para el siglo 2 a. C. Jesus Ben Sirach describe los festines judíos con notables paralelos con la práctica helénica. Entre los griegos, una libación ritual o servir el vino en sacrificio, seguido de una bendición, era el preámbulo al symposion: el compartir el pan y el vino servía como el acto fundamental de la creación ritual del cuerpo (comunidad).

En los cultos mistéricos se honraba a jóvenes dioses nacidos de un padre divino y una madre mortal, resucitados después de una muerte heroica; los celebrantes compartían una comida comunal en la que simbólicamente se comía la carne y se bebía la sangre de su dios. Se conocían como misterios porque los adeptos hacían votos de nunca revelar sus ritos a los no iniciados:

Let none eat or drink of your Eucharist but such as have been baptized into the name of the Lord, for of a truth the Lord hath said concerning this, Give not that which is holy unto dogs.
Didache, s. II d.C.

Tal vez el culto mistérico más trascendente es el culto a Dionisio, arquetipo del dios de la Epifanía: “el dios que viene”. Los misterios dionisiacos se relacionaban con los misterios órficos, y podrían haber sido una influencia para el gnosticismo.
Se le conocía también como el liberador (Eleutherios), porque libraba a sus seguidores de su ser normal por medio de la locura, el éxtasis o el vino. Otras apelaciones incluyen Adoneus (“gobernante”), Aesymnetes (“señor”), y Erikryptos (completamente oculto):

En el mundo estaba…pero el mundo no le conoció.
Juan 1:10.

Se solía representar a Dionisio vestido con una piel de zorra, como símbolo de nueva vida; otros símbolos asociados con él incluyen la serpiente, el toro y la hiedra. Su vinculación con el toro viene del mito en el cual Dionisio es asesinado en la forma de un becerro y comido por los Titanes, Zeus los ahuyenta con sus rayos pero sólo logra salvar su corazón el cual usa para recrearlo en el vientre de Semele. En otras versiones, Zeus le da a comer el corazón a Semele y de este modo ella queda preñada. Su muerte y renacimiento eran objeto de reverencia mística.

En otros mitos se atribuye a Dioniso la facultad de transformarse en león o de convertir los mástiles y los remos de una embarcación en serpientes:

He aquí el león de la tribu de Judá…
Apocalipsis 5:5

Y echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos, y se hizo culebra.
Éxodo 7:10

El simbolismo del vino y la importancia que tiene en la mitología que rodea a Dionisio y a Jesús es uno de varios paralelismos significativos: Ambos representan al dios que muere, son parcialmente humanos y nacidos de vírgenes, incluso podríamos hallar un antecedente de la noción cristiana de transubstanciación en la religión dionisiaca.
Según James Frazer, tanto Dionisio como Jesús representan la deidad de la vida-muerte-resurrección. (Véase la obra del mitógrafo Karl Kerenyi: Dionysos: Archetipal Image of Indestructible Life).

1 comentario:

Black Bird dijo...

Resulta muy interesante el paralelismo entre las tradiciones judaicas y las helenísticas que convergen a su vez históricamente.
Incluso existen referencias cinematográficas que retratan precisamente la transubstansación arquetípica que encontramos en el nazareno o en dyonisios.
Por otro lado pareciera que esta se manifiesta a su vez en la figura del pan y el vino, sublimación de la sangre y la carne del animal sacrificado, semejante a su vez la evolución de los ritos dyonisiacos en la Grecia antigua que evolucionaron hasta convertirse en la representación pública de las tragedias.