I
Caminar sin rumbo, es sin duda una forma de buscar una dirección que se desconoce hasta ese momento. El simple hecho o asentimiento de iniciar la acción o detenerla, nos conlleva a la idea necesaria de tener siempre que plantear y determinar la dirección y el sentido de nuestro actuar y pensar. Somos incapaces de actuar sin concebir de antemano, de que con ello produciremos un efecto que aunque no sabes cuál sea, repercutirá en nosotros. La psique se forma y moldea con cada acto realizado, la correspondencia de idea-objeto comienza, y con esto la construcción de expectativas, apreciaciones, usos, prácticas o costumbres, empiezan a forjarse y a dirigir nuestra forma de dirigirnos en el inmenso plano en que nos encontramos.
Toda tradición humana se enfoca a satisfacer ésta expectativa. El sólo hecho de tratar de explicar cualquier fenómeno natural que se presente ante nosotros, en primera, provoca un sentimiento de perturbación, por aquello que me es ajeno, en donde no me reconozco y tomo por amenaza, es quizá en este momento cuando más que nunca, necesitamos de un otro reconocible, que nos ampare o simplemente que nos ayude a enfrentar dichos sentimientos de fobos. La colectividad nos brinda seguridad, y con ella el desarrollo e intercambio de creencias e ideas. La religiosidad sólo nace cuando se esta en interacción con otros.
Sin embargo, los seres humanos como seres creativos y distribuidos de manera desigual en el mundo, concibe y proporciona para sus cuerpos colectivos, una visión del mundo, una valoración de su ser inmerso en él. Lo sagrado y lo divino no parte del encuentro fortuito de los hombres, sino de la necesidad de cercanía que requieren para sobrellevar, la tarea de forjar un sentido al sin sentido del mundo. Apariencia o realidad expresa, el mito será el heredero de ésta primaria concepción.
Vivir insertados en un mundo pre-construido (porque nunca está del todo construido; reconstruyéndose y reafirmándose en su constitución más elemental), nos hacen rechazar y olvidar, muchas veces la cuestión de indagar el porqué de aquello en lo que creemos y el porqué lo hacemos.
La visión del pueblo hebreo (de los que hablan ivrít), será el promotor de gran parte de la concepción de un mundo supraterreno, que cobra relevancia al fijarse en la miserable condición humana. Hay un comentario de Alejandra Cukar e Igor Zabaleta, en donde viajan a las raíces más profundas y secretas de la tradición judaica, en las que se toca la memoria del pasado, la riqueza (o carencia) de su léxico pero la ambigüedad presente en sus declaraciones más piadosas; exponiendo que el judaísmo no fue ni es al parecer un monoteísmo, sino un henoteísmo que ha evolucionado hasta perfeccionarse internamente, llevando al poder a un solo dios, carente de todo parentesco, poder compartido o envidia que otros dioses pudieran tenerle. Las tribus más solitarias y carentes de un abrigo sobrenatural, se identifican con este dios solitario, a través de sus historias, mitos y costumbres. Son nómadas, tribus que se alían y forma una unión bajo los líderes familiares tribales. Aquí en donde la tradición de Abraham, Yitzhak y Ya’kov adquieren sentidos si consentimos que son la vivencia colectiva idealizada, sólo por tratar de asegurar algo que no le pertenece: el sentido correcto de interpretar su destino presente.
La visión, cualquier visión de cualquier pueblo, contiene choques y paradojas internas que tratan de mantener un dualismo, una dicotomía entre lo indestructible y reconocible dentro y fuera de nosotros, con lo que efectivamente caduca y no es posible aprehender. De las confrontaciones entre una visión y otra, no se crea el mundo, ni el sentido propiamente de éste, no es una cuestión maniquea; los enfrentamientos de visiones dotan al intelecto humano el tratar de estimular su creatividad, par construirse así mismo. Dandose sentido propio, otorga a su existencia el poder de hacer frente a es inmencidad que nos revasa, y que podemos llamar orden.
Ahora, seguiré con la herencia del pensamiento judío ligado de mala manera con el cristianismo (en todas sus formas), nos ha dejado no sólo desde una disyuntiva mal entendidad, sino que además nos ha trasmitido nuevos problemas a la concepción propia del ser humano....
Por David Z. Castillo
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