miércoles, 14 de octubre de 2009

SOBRE EL EVANGELIO DE TOMAS

SOBRE EL EVANGELIO DE TOMAS

“La Iglesia tiene sólo cuatro evangelios, los herejes muchísimos, entre ellos uno
que se ha escrito según los egipcios, otro según los doce apóstoles. Basílides se atrevió
a escribir un evangelio y ponerlo bajo su nombre… Conozco cierto evangelio que se
llama según Tomás y según Matías; y leemos otros muchos…”.
Orígenes, (185-254 d.C.)

En el Imperio Romano se toleraba la autonomía religiosa y cultural de los pueblos sometidos, de ahí la variedad de sectas, corrientes y escuelas de pensamiento.

Las enseñanzas de Jesús el Nazareno, en un principio transmitidas de manera oral, pronto necesitaron de una fijación escrita, a medida que moría la primera generación de apóstoles y el mismo Evangelio se dispersaba por el mundo.

Los evangelios canónicos (de canon, regla, modelo o norma en griego) son los que se tuvieron y reconocieron como inspirados, considerados “palabra de Dios viva”; escritos en el siglo I por los apóstoles o sus discípulos directos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan).

En cuanto a los llamados evangelios apócrifos (que en griego significa oculto, escondido, pero también tiene la connotación de algo “supuesto”, “fingido” o “falso”) se refieren a las enseñanzas que no corresponden a la ortodoxia de la fe predicada por los apóstoles.
Con el tiempo, a estos se agregaron los llamados evangelios gnósticos, dirigidos a grupos reducidos de iniciados, quienes serían depositarios de conocimientos esotéricos con una fuerte influencia de filosofías originarias de Oriente Medio.

Fueron los padres de la Iglesia quienes comenzaron a aplicar el término apócrifo a las obras que se consideraban heréticas, es decir, contrarias a la fe. De ahí que estos evangelios sean refutados por la Iglesia desde su aparición a partir de la segunda mitad del siglo II.

Generalmente, los llamados evangelios apócrifos se ocupan de una sola etapa o elemento de la vida de Jesús; se pueden clasificar en cuatro grupos:

Evangelios de la infancia
Evangelios de dicho (entre los que se encuentra el de Tomás)
Evangelios de la pasión y resurrección, y
Diálogos del resucitado.

Las enseñanzas que se conservaron de esta manera tienen un marcado carácter esotérico y casi ninguna relación con el Jesús terrenal. Un grupo de estos evangelios, escritos o elaborados por grupos gnósticos, fueron encontrados en 1945 en Nag Hammadi en las ruinas de un antiguo monasterio copto.
Recordemos que en el gnosticismo se sincretizan doctrinas persas e hindúes con otras procedentes de escuelas filosóficas griegas, e incluso elementos de la tradición judía, se buscaba un conocimiento no de tipo intelectual sino espiritual o intuitivo; con el objeto de alcanzar la propia naturaleza divina y eterna “encerrada” en la cárcel del cuerpo.
Para los gnósticos, Jesús no es el Hijo de Dios, sino un principio cósmico, un maestro de sabiduría.

En cuanto al Evangelio de Tomás, se le data a finales del siglo IV d.C., y es más bien un conjunto de dichos y parábolas usadas por la secta de los maniqueos. En éste, el Reino de Dios sería un estado espiritual que el gnóstico alcanza mediante un conocimiento profundo de sí mismo y del universo; la salvación, en todo caso, será un acto de conocimiento, no de fe ni de acatamiento del mensaje de Cristo.
El Evangelio de Tomás se encuentra a la fecha en el museo de El Cairo.

Los evangelios apócrifos llegaron a influir en el arte, en historias populares, en mucha menor medida en la liturgia, pero nunca llegaron a ser considerados en el Canon.

Merece también mencionarse el Evangelio de Judas, que ya era refutado por San Ireneo en su obra Adversus Haereses, y que es atribuido a la secta gnóstica de los cainitas:

“…y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque sólo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de la traición, por la cual quedaron destruidos todos los seres terrenos y celestiales. Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el “Evangelio de Judas”…”
(Adversus Haereses ,4.1.4; 31,1)
MARIA MONTSERRAT RIOS

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