lunes, 2 de noviembre de 2009

Fantasma del dualismo

Fantasmas del dualismo

Por Manuel Martínez.

El dualismo genera sus propios fantasmas. ¿Qué significa dicha afirmación? ¿No será que se intenta decir que el dualismo por definición acarrea consigo algo más? Por supuesto, pero ¿qué es ese algo? La respuesta parece ser sencilla: La pluralidad, la diferencia. Diferencia no dicha pero presente, ausente pero perceptible como la sombra o el espectro de algo. El fantasma es algo que sugiere una presencia pero que a su vez contraviene toda fijeza, toda representación, toda identidad.

Vimos con Kafka que el absurdo, la desesperación, el sufrimiento y la ironía son herramientas que niegan la presencia, que transgreden la ley, ley moral que condiciona la existencia óntica y ontológicamente. Según Deleuze hay dos formas de transgredir la ley moral: supeditándonos en extremo a ella, gozando con aquello que debería ser deleznable, manifestando así la imposibilidad de dicha norma. O bien demostrar que ella no es otra cosa que una convención carente del centro determinativo inamovible que pregona.

Kafka logre la trasgresión en función del quiebre del principio de identidad y de no contradicción, ello lo hace en sus aforismos que más que afirmar o negar algo se muestran bajo la forma de, dirían los lógicos, falacias informales. “5. Si se llega a un punto determinado, ya no hay re­greso posible. Hay que alcanzar ese punto.” “61. Quien ama en el mundo a su prójimo no co­mete una injusticia mayor ni menor que el que se ama a sí mismo en el mundo. Sólo queda la cuestión de si lo primero es posible.

Para Kafka la desesperación y el desamparo se darían si en verdad existiera un fundamento inamovible. Eso sería lo terrorífico, mas lo que propone Kafka es ver la diferencia. Ver que el desamparo y la desesperación son motores que abren un abanico de posibilidades.

Este mundo se piensa con la identidad. Al judaísmo se le piensa desde la identidad que le dan Moisés y Abraham (y el meta-relato posterior). Pero según esta línea de pensadores se debe pensar en la diferencia. La diferencia como variación como centro de indeterminación.

3 comentarios:

Black Bird dijo...

Creo que tus observaciones sobre Kafka en lo tocante al absurdo son necesarias aunque no logro comprender como es que logra esa diferencia si se mantiene dentro de los márgenes de las convenciones del hombre, si bien evidencia su naturaleza. Me parece que la desesperación de Kafka desnuda al hombre pero ¿porque sostienes que propone la diferencia, asimismo, quisiera saber si te refieres a una diferencia ontológica de tipo derrideano acaso?, espero tu respuesta, saludos.

sinuhe (manuel) dijo...

Pienso la diferencia en términos deleuzianos: diferencia como pluralidad, pluralidad asequible en la repetición, repetición condicionante del devenir; grosso modo, por supuesto.
En cierta forma es muy parecido a la concepción derrideana de différance, la cual no implica la categorización ontológica heideggeriana que mencionas, según entiendo.
Por otro lado es calro que Kafka vive con todos los convencionalismos, que que no sale de ellos en gran medida. Pero te pregunto ¿qué filósofo lo hace? ¿Son humanos como cualquiera o deidades que se alimentan de ambrosía? ¿Acaso no son autoconciencias -con apetencias individuales- históricas que se desplliegan en función de un determinado zeitgeist?
Creo que si no descuidamos la mundanidad de los filósofos sería menos complicado entenderlos, no creo que sea algo determinante del todo, pero es inegable que afecta, ¿o tú que cres?
Saludos

atopías dijo...

En mi punto de vista la propia "identidad" dictamina la forma de la "diferencia", es decir, no hay forma de pensar a ésta si no bajo la forma de su 'sombra' al interior del sistema...
saludos
(buen hilo de discusión!)