domingo, 15 de noviembre de 2009

Un dualismo que deviene contradicción

Karen Hernández Peralta

Uno de los mejores ejemplos del dualismo está en el ya conocido y tratado por muchos dualismo mete- cuerpo. Muchos dirán que nace desde Grecia con la diferencia que Platón hace entre alma y cuerpo, principalmente en el Fedón. Pensando además que la filosofía del ateniense fue rescatado por los neoplatónicos y que en el medioevo, aunque había más referencia a Aristóteles, Platón jugó un papel importante, es comprensible que San Agustín exprese también este dualismo. Pues San Agustín tuvo influencia de los neoplatónicos y era un medieval.

En el capítulo XXX del libro X de las Confesiones San Agustín se enfrenta a esta división. Es claro que en el cristianismo esta diferencia es fundamental. Las acciones del cuerpo son foco del pecado, mientras las intelectuales corren menos este riesgo. Incluso, algunas de las actividades corpóreas se inhiben totalmente a causa de un mandato divino, “Vos, Señor, me mandáis que reprima la concupiscencia de la carne, la de los ojos y la ambición de los honores mundanos. Mandasteis que me abstuviese del acceso carnal”[1]. El cristianismo es muy claro al respecto. Los abusos en los placeres del cuerpo son por entero pecados; al contrario, el ejercicio de los placeres intelectuales se relacionan con Dios, por lo cual son superiores.

San Agustín se ve acosado por los impulsos de su carnalidad. En vigilia es lo suficientemente consiente para frenarlos y vivir en la castidad. Sin embargo, tan sólo lo invade el sueño, las imágenes comienzan a surgir y su determinación cae.

“Pero aún viven en mi memoria (de la cual he hablado tan largamente) las imágenes de aquellas cosas torpes que mi mala costumbre dejó estampadas en ella, las cuales se me presentan, ya cuando estoy despierto, ya cuando dormido: cuando despierto se me ofrecen como flacas y sin fuerzas, pero entre sueños llegan no sólo a causar deleite, sino también una especie de consentimiento y obra, que son muy semejantes a la obra y consentimiento verdaderos. Puede tanto en mi alma y en mi cuerpo aquella ilusión y engaño causado por las dichas imágenes, que me persuaden e inducen dormido aquellas visiones falsas a lo que no me indujeran ni persuadieran despierto los mismos objetos reales y verdaderos. ¿Por ventura, Dios y Señor, no soy yo el mismo entonces que cuando estoy despierto? Pues ¿cómo me diferencio tanto de mí mismo, desde el punto en que paso de despierto a dormido, hasta que vuelvo a pasar de dormido a despierto?”

El dualismo que el cristianismo entraña entre mente y cuerpo deviene en una contradicción en el individuo. Éste tiene necesidades corporales, pero las tiene que suprimir. Un poco de esta actitud llevó a San Agustín a creer que era un hombre distinto en el sueño y en la vigilia. Quizá esto es lo que vio Freud para hablar sobre los sueños como el escenario donde se realizan los deseos del inconsciente. Pero esto se desborda de nuestro tema.

Pese a lo anterior, San Agustín le solicita a Dios solucionar el conflicto ocasionado por la división mete.- cuerpo. Parece un tanto paradójico. No lo es tanto si se considera que el hombre es la fuete de los problemas, en tanto Dios tiene el poder se resolverlos. Nunca a la inversa.

“¿Por ventura, Dios mío todopoderoso, no tiene fuerza y poder vuestra divina mano para curar perfectamente todas las enfermedades de mi alma y apagar también con vuestra gracia más especial y activa los movimientos impuros que padezco en sueños? Yo espero, Señor, que aumentaréis más y más en mí vuestras gracias y dones, para que mi alma, libre y enteramente desprendida de la pegajosa liga de toda concupiscencia”

Al cabo, este capitulo de San Agustín muestra los conflictos que propicia marcar un fuerte dualismo en la misma constitución humana. Pero también, cómo el individuo tiene que lidiar con ello o pedirle ayuda a Dios. Aunque sea “su mandato” quien ordena este dualismo.



[1] San Agustín, Confesiones, raducidas según la edición latina de la congregación de San Mauro, por el R. P. Fr. Eugenio Ceballos, Edición digital: Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002. Todas las citas del presente trabajo corresponden a esta edición.

1 comentario:

Enrique dijo...

Habría que precisar más el título de tu entrada, pues el dualismo no tiene porque devenir contradicción necesariamente. Por tal motivo, podrías indicar a qué tipo de contradicción te refieres y en dónde la notas.
San Agustín es más bien pre-medieval y su pensamiento influye en toda la Edad Media, mas históricamente él mismo no entra en ese periodo.
Es preciso que cites a Agustín en el quinto párrafo, ya que se nota que se trata de una cita pero debes indicar de qué obra es.
En el sexto párrafo dices que el individuo tiene necesidades corporales y que ha de suprimirlas. Mi pregunta es: ¿Todas las necesidades corporales deben suprimirse dentro del cristianismo o sólo aquellas que pueden perder al alma?
Nuevamente, en el séptimo párrafo, debes indicar en dónde Agustín pide a Dios que resuleva la dualidad: mente-cuerpo y po rué razón dices que el hombre es la fuente de los problemas.
Debes citar el octavo párrafo.
Si el dualismo es "mandato" de Dios, ¿por qué crees que hay que superarlo o que el ser humano tiene que que pedirle ayuda a Dios frente a algo que Él mismo creó?
En conclusión, debes definir mejor el tema, explicar más claramente la postura de Agustín y citarlo. El tema es interesante, pues en la modernidad se notará más claramente este problema.