martes, 10 de noviembre de 2009

La herencia de un pueblo errante / El cambio de lente

El exilio a Babilonia, significó un cambio radical. D’s es un ser que se encarna a través de la Ley, de los preceptos, de la sangre, de los sacerdotes, del Arca del Pacto, de los jueces, no es una relación directa, y es hasta antes del exilio, un D’s errante como su propio pueblo. El cautiverio y la privación de los objetos que permitían el contactar con D’s, fue lo que dio paso a la evolución. Los judíos dentro de una nueva sociedad tienen que asimilar los rasgos culturales de ella, y al entrar en contacto directo, no sólo modifican su visión ya no aislada y limitada de manera geográfica, sino que la hace adquirir aspectos ajenos.

El D’s que pregunta por Adán en el libro de Bereshit, que es errante, que no está en todas partes (pues se pasea), pero sí omnisciente (la pregunta es más una mala percepción humana que divina); se contrapone con el D’s que llega evolucionado de Babilonia: la existencia de una deidad incorpórea, omnipresente, omnisciente y omnipotente revivificará a la deidad hebrea. Si se quiere ver de otra manera, ésta es corrompida por el contacto con los dioses extranjeros.

Los dioses, no son “los dioses” como lo concibe la visión griega, los dioses son símbolos de índole nacional; la ventaja que el cristianismo le toma al judaísmo es que D’s es de manera universal, no reservado a un solo pueblo elegido, no se limita a la interpretación de los textos, sino que sale de ellos y se vive en intensidad (la situación en la que se encontrará el cristianismo será su trampolín para mostrar la fiabilidad y dureza de su verdad, Roma vive una crisis de valores que imputa a los cristianos, pero que Agustín de Hipona protege enérgicamente), la verdad no se somete sólo a la memoria sino a la practica en la que se esta dispuesto a morir por ella. Los lazos de sangre ya no son de gran significación, y la verdad puede ser encontrada y protegida por todo aquel que crea en ella: la fe adquiere una relevancia única y sin igual dentro de la visión dualista. El cristianismo dentro de todas sus corrientes perfeccionará y limitará de otra manera el asenso a la verdad, y cambiara la función social, asegurándose de no ser posesión egoísta y restringida, sino que debe ser de vista común para todos; el cristianismo se acerca y aleja del judaísmo, tanto como lo es en su origen común. El D’s nacional se convierte en el D’s universal.

III

El Ghenna (el vacío o la nada que no puede ser llenado, que es sacro e incorruptible) queda intacto, y es quizá el soporte de toda concepción de la que ahora es rectora el cristianismo. Si bien, la tradición se nutre a través del revivir una y otra vez la significación de los mitos en los ritos, la aparición de Yeshú (nombre que aparece en una sección antigua y no extirpada del Talmud, y que según se dice es una prueba fehaciente de la existencia de Jesús en forma histórica) no en los tiempos míticos, sino en tiempos que no son mágicos y su comprobación fehaciente es demostrable inmediatamente. El Ghenna se ve invadido de no se sabe dónde por el gignomaea (la presencia), que no deja de ser misterioso pero que ahora tiene la presencia, modificará las fibras más intimas y menos exploradas del hombre. Yeshú representa una aparición dentro del ghenna del alma humana.

La crítica y dicotomía que se presenta dentro del dualismo judío, rompe sus ataduras; la salvación no es sólo cuestión de obediencia sino también de un compromiso que nace desde el mismo corazón, desde la dimensión más íntima y particular que cada hombre tiene respecto a sus convicciones. El cristianismo recoge del judaísmo ésta valor que sólo los jajamin (y jasidim después) conservan con fervor. Y este concepto de fervor será propio de la tradición cristiana, los gnósticos la desarrollan pero la desligan de toda concepción material, el conocimiento de uno mismo es lo que conecta directamente con D’s, y no los formulismos ni dogmas o leyes que los hombres se heredan. El cristianismo es un desafío y un salto dentro de las diferentes tradiciones orientales, se aleja de las principales élites de la sociedad para esparcirse dentro de cualquier estrato social. El judaísmo rechaza esta propuesta de salvación, tratándola de erradicar de su seno; pero será Roma quién amenazada por los valores y concepciones a cerca de la calidad fraternal del género humano, y que es una insinuación de que el cambio en el modelo social, moral, político, de educación (la cultura o paidéia para ser más exactos) debe acontecer para hacer realidad las promesas que con fe se creen y profesan. Sin embargo, el dualismo interno no logrará sobrevivir sin que este cambie totalmente y evolucione.

Por David Z. Castillo

1 comentario:

Enrique dijo...

Es interesante tu entrada, pues haces una reseña histórica muy buena. Sin embargo, es preciso resaltar el aspecto filosófico de tu texto. Por ejemplo, qué se juega con el hecho de que Dios se constituya es algo universalizable; es decir ¿qué implicaciones tiene que se hable de un Dios Universal como lo mencionas al final del tercer párrafo?