sábado, 12 de diciembre de 2009

Civitas Dei

Durante el siglo V, el Cristianismo florecía rápidamente en un mundo cada vez más diverso. Los adversarios de la nueva religión la culpaban de todos los males que azotaban al Imperio Romano, pues según ellos las catástrofes no acontecían cuando el culto a los dioses paganos era el culto oficial.

Así es como inspirado en su propia experiencia, San Agustín de Hipona logra crear La Ciudad de Dios contra los paganos como una síntesis de la historia universal en veintidos libros. En sus primeros diez libros trata de refutar las opiniones erróneas y las blasfemias contra la religión cristiana. Argumenta que las promesas de inmortalidad hechas por los dioses paganos son falsas pues es Dios el único que puede brindarla. Trata de temas de diversos con respecto al Cristianismo como el pecado, el martirio, el bien y el mal, y la naturaleza de Dios.

La trascendencia de ésta obra radica en el enfrentamiento entre Civitas Dei y Civitas Terrena, la Ciudad de Dios contra la Ciudad Terrenal.

Los hombres son sociales por naturaleza, y su individualidad lo lleva a agruparse. Por Civitas san Agustín entiende esa misma socialidad humana. Y dado que para él existen dos tipos de hombre, el justo y el injusto, existen dos géneros en los que el ser humano se agrupa: Civitas Terrena y Civitas Dei. Estas “ciudades” no existen en el plano físico, son más bien modalidades sociales que existen en lucha permanente.

En la Ciudad Celestial reina el amor de Dios que lleva al hombre hasta el desprecio de sí mismo, donde se encuentra la gloria suprema en Dios y se fundamenta en el amor.

En la Ciudad Terrenal reina el amor a uno mismo que lleva hasta el desconocimiento de Dios. El hombre busca la gloria personal y se fundamenta en el odio.

El hombre construye la Ciudad de Dios manteniéndose fiel a la gracia divina (y con ayuda del Estado que proviene del mismo Dios). Pero dado que la Ciudad Divina está abierta para todo aquel que reconoce a Dios, el hombre justo debe ganarse su entrada a través de la humildad, la paciencia y el auto desprecio. Es así como Dios da sentido a la historia del hombre, ya que Él por su providencia dirige al hombre, pero sin entrometerse con su libertad

La Ciudad de Dios es considerada como la obra cumbre de San Agustín de Hipona, y aunque tiene más de un milenio de haber sido escrita sigue siendo vigente debido a que es considerada la primer gran obra de Filosofía de la Historia. En ella Agustín no sólo expone su teología sino su pensamiento entero: ética, epistemología, política, etc. Si bien san Agustín no tuvo una doctrina puramente filosófica en el sentido que “filosófico” tiene hoy, podemos encontrar su cosmovisión en sus tratados teológicos.


María Itzel Nava Martínez

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