Desafortunadamente no sabemos mucho de la vida del pseudo Dionisio Areopagita.
Lo que sabemos es que vivió entre el siglo V y VI d.C. y que le han sobrevivido tres tratados y algunascartas, las cuales parecen haber sido escritas por otra persona que utilizó el nombre de Dionisio (de ahí que sea llamado pseudo).
El Dionisio Areopagita histórico parece haber sido el primer discípulo de San Pablo cuando este visitó Atenas, mientras que aquel que firmó los textos que tenemos parece haber sido una persona de origen sirio que los escribió alrededor del siglo V d.C. entre los veinte y treinta años de edad, y parece ser que el motivo por el cual los firmaría como el Areopagita sería para dotarlos de importancia entre sus coetaneos.
Además de varias cartas, escribió los tratados Sobre los nombres divinos; Sobre la jerarquía celeste y Sobre la teología mística
Quisiera apuntar hacia el comienzo de Sobre los nombres divinos, en el que escribe : “Y también aquí debemos tener como norma la sagrada ley de las Escrituras : que tratemos de demostrar la verdad de las cosas que se dicen sobre Dios “no por la fuerza persuasiva de las palabras de la humana sabiduría” (1 Cor 2,4) sino haciendo ver la fuerza que el Espíritu inspiró a los teólogos, y por la cual nos unimos a las realidades inefables y desconocidas de un modo inefable y desconocido, con esa unión que supera toda capacidad y poder de nuestro razonamiento o de nuestra intelección. Nunca, pues, hay que tener la audacia de decir o de pensar nada de la supersustancial y oculta Divinidad fuera de lo que nos ha indicado por disposición divina en los Sagrados Oráculos[...]las cosas divinas se revelan y son contempladas según la capacidad de cada mente[...]Porque así como las cosas que son objeto de la inteligencia no se pueden comprender y contemplar a través de las que son objeto de los sentidos...con la misma razón y verdad esa supersustancial infinitud está sobre todas las sustancias, y aquella supramental unidad sobre todas las mentes, y es inescrutable para todo raciocinio ese Uno sobre toda palabra, unidad generadora de toda unidad[...]sustancia sobre toda sustancia[...]razón inefable, sin razón, sin inteligencia, sin nombre, sin semejanza con nada; ella es la causa de que todas las cosas existan, pero ella misma no es, ya que se halla por encima de todo lo que es[...]”1
La primera analogía que he construído relaciona a dos escrituras que tiene el atributo de haberse manifestado como reveladas por lo divino : así como el conocimiento del Absoluto se da a través de los Vedas, en el caso de la India, en el caso del Cristianismo la teología debe encontrar la naturaleza de Dios mediante la Biblia.
La justificación de semejante doctrina radica en que la unión con el Absoluto es posible, sin embargo no se puede realizar adecuando al Absoluto a nuestras ideas, sino que somos nosotros mismos los que hemos de vivenciar y adecuarnos al Absoluto mediante la lectura de los textos revelados, pues el Absoluto se encuentra en un lugar que está más allá, y su naturaleza solo puede revelarse mediante aquellos a los cuales eligió como sus profetas.
En este sentido, tanto el Hinduísmo como el Cristianismo admiten que se puede franquear aquella separación entre el hombre y Dios. En el monte Sinaí Yahvé entrega las tablas a Moisés; para la escuela Trika los Shiva-suutras son revelados a Vasugupta por Shiva mismo.
Propongo como segunda analogía : así como Dios es a Patañjali y al yoga, Dios es a pseudo-Dionisio y la mística. Se trata de dos místicas distintas, aunque ambas buscan el regreso a la Causa de las causas.
Esta última analogía que pretende establecer la identidad entre ambos pensamientos no es total pues la unión que puede alcanzar el hombre con Dios según pseudo-Dionisio no es la de identidad ni la de fusión con el Absoluto.
Siempre queda al menos una parte de Dios velada, hay cosas que no puedo atribuir a Dios ni predicar de.
Dice pseudo-Dionisio : “y tú, ilustre Timoteo, en las contemplaciones místicas, ejercítate intensamente en abandonar los sentidos y las operaciones intelectuales y todos los objetos sensibles e inteligibles, y cuanto es y no es, para que puedas elevarte, fuera de toda demostración, a la unión, en la medida que es posible, con Aquel que trasciende toda esencia y toda ciencia[...]”.
Quizá pseudo-Dionisio, al fundar una teología negativa, estaría de acuerdo con Patañjali, pues el objetivo del Yoga es el de contemplar un solo punto (ekagrata) para evitar las turbaciones de la mente, en cierta forma la misma idea que podemos interpretar que expresa pseudo-Dionisio cuando invita a Timoteo a abandonar los sentidos y las operaciones intelectuales - “Nuestro anhelo es el de adentrarnos en esa oscuridad superluminosa, y por la negación de toda visión y conocimiento, ver y conocer lo que trasciende toda visión y todo conocimiento” : claro que no estaríamos negando la posibilidad de la visión interior del Rishi o los sonidos y olores que percibe el santo - como es el caso de San Juan de la Cruz -, sino la visión de los sentidos, y aquellos conocimientos que son no-conocimientos (en el caso del Hinduísmo) o avidya, es decir, conocimientos fenoménicos que no nos llevan a conocimiento alguno de Dios o del Absoluto y que, además, nos alejan de la liberación.
Aun así, en sus principios el cristianismo acepta que podemos acceder a Dios mediante la contemplación de su creación. No hemos de perder de vista que la misma Katha Upanishad nos invita a hacer uso de una teología negativa en el caso de que si llegásemos a contemplar lo manifiesto debemos negarlo, aquello que se nos manifiesta como empíricamente positivo, para discernir aquello que normalmente sería indescirnible (Ishvara, es decir lo divino, y el experimentador mismo o Purusha). Es decir que hay un dualismo entre subjeto y objeto de conocimiento. Aquello que es observador no puede ser de la misma naturaleza que aquello que es observado hay una diferencia epistémica y ontológica.
En el caso del cristianismo tal dualismo sirve para fundamentar una diferencia entre lo manifiesto y lo divino : lo manifiesto es creación sin ser parte de lo divino, aunque participando, en cierto modo, de eso.
Autor : Montes Ruiz Carlos
Un libro: El evangelio de la depresión
Hace 3 años
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