domingo, 13 de diciembre de 2009

San Agustín, dualista por excelencia

El dualismo en San Agustín es totalmente evidente, un texto claro es el libro VIII de sus Confesiones. En este texto, muestra muchos ejemplos de dicotomías que a la vez unas se siguen de otras. Dicotomías en las cuales una de las dos opciones siempre es la preferida, la que considera mejor y que introduce dentro de una categoría mas grande que no deja de formar parte del dualismo, como lo es lo bueno, lo verdadero.

En muchas visiones dualistas de pensadores cristianos, al igual que en el dualismo agustiniano, una de las dicotomías principales, más evidentes y fundamentales es la de cuerpo-alma. Muchas otras dicotomías se asocian con la anterior y entre sí, por ejemplo, la corrupción está total y absolutamente asociada con el cuerpo y en especial a los genitales, ya que en Agustín aquél que estaba limitado genitalmente no era libre; otra de las dicotomías muy fuertes es la vida material contra la vida espiritual; el amor carnal, pasional hacia la mujer como algo vano contrapuesto a lo mejor y lo perfecto, la libertad, es no estar atado genitalmente contra lo que es erróneo, un mal camino.

La carne contrapuesta al espíritu, donde cada uno tiene sus propios deseos contrarios entre ellos. Además menciona Agustín que tanto en el alma como en el cuerpo, en específico en los miembros genitales hay una ley, y éstas se contradicen entre ellas. Al repugnarse las leyes, la de los miembros corporales lo llevaba cautivo del pecado, ligado en especial a los genitales, la ley que arrastra a el alma por haber caído en la costumbre.

Se muestra un gran desprecio por la vanidad, lo terrenal, lo corporal, cuando Agustín en este libro VIII de las Confesiones relata el por qué no desde hacia tiempo iba en el camino correcto, en pos de Dios a pesar de que sus facultades le persuadían que lo ejecutara en donde Agustín se pregunta, si e alma manda a el cuerpo de inmediato le obedece, por qué cuando se manda a sí misma se resiste y él habla de que la voluntad es la que manda que haya una voluntad de lo que el alma manda, de esta manera habrá dos voluntades al no ser ninguna de las dos ni entera ni perfecta. Y Agustín arremete contra los maniqueos al confundir las dos voluntades con el que ellos dicen que el hombre tiene dos naturalezas y éstas entre sí contrarias.

Luego Agustín narra lo que experimentaba, una lucha nuevamente entre el dualismo de espíritu-cuerpo , u se deja ver un tormento por encontrarse de un lado del dúo, y por el cual ejercía un represión hacia él mismo, por ser preso del cuerpo, de lo carnal, estar atado por estas cadenas de las que no se puede desprender, no puede salir de ellas mas que nada por la fuerza de la costumbre. Agustín se refiere continuamente a lo vanal, y lo corporal como cosas que no lo dejaban ir por el buen camino, que lo detenían y en un momento específico del texto menciona que, además, le proponían acciones sucias e indecentes relacionadas con el cuerpo. Pone esta lado en oposición con el camino al que se dirigía, el bueno y el correcto, pero no lo podía hacer de manera total, por lo que la solución para dejar completamente las vanidades, sus antiguas amistades es la continencia, quien entonces acabaría con la concupiscencia. Nuevamente se presenta una situación en la que una de las opciones es por demás preferible, mejor, tenida en mayor estima que la otra y por supuesto la que debe de ser. Es así como Agustín, mientras sus lágrimas corrían escuchó las voces de unos niños que decían toma y lee haciendo caso de esto, por considerarlo como un llamado, una luz divina, fue hacia la biblia y leyó el pasaje que finalmente fue el que completó y dirigió su voluntad hacia donde tenía que ser.


Mojica Soto Gisela Jazmín

1 comentario:

Enrique dijo...

Gisela Jazmín, tu entrada me parece excelente, pues tienes muy claro uno de los conflictos más importantes (y poco explorados) en San Agustín y aportas un buen margen de comprensión y una perspectiva interesante.