Podemos pensar que el dualismo, en tanto que se expresa y presenta como una doble corriente, se remite y tiene su origen en las primeras civilizaciones o sociedades humanas. El dualismo se presenta, en este sentido, como algo intrínseco en y a toda cultura, no sólo por cuanto se manifiesta en la lucha de contrarios opuestos (a veces necesarios) sino, sobre todo, por cuanto se expresa en la multiplicidad de dicotomías que configuran y constituyen lo real propio de cada pueblo, cultura o visión del mundo. Sin embargo, en todas las religiones hay dos tipos de espiritualidad: una espiritualidad profética y una espiritualidad mística.
Sin embargo, el hecho de que siempre se tome en cuenta sólo dos alternativas o polos opuestos, deja de lado la posibilidad de pensar en un tercer elemento que haga o bien el enlace entre algo o bien que sea la piedra angular o la base del sistema, es decir, su fundamento. La posibilidad, pues, de disolver cualquier tipo de doctrina con tendencias hacia el monismo filosófico-teológico, panteísta o incluso politeísta es, pues, enteramente plausible. Sobre todo cuando pensamos que el dualismo tiene a su base una concepción doble de la realidad, del conocimiento humano, del proceso vital, entre otras cosas. Dado que del dormirse se origina el estar despierto y del estar despierto el dormirse, evidentemente hay un proceso que va del primero al segundo y a la inversa, del segundo al primero. Se dan, en consecuencia, dos generaciones entre ellas, una el dormirse y otra el despertarse. De la misma manera ha de suceder con la muerte y con la vida. La lógica de esta prueba es la siguiente: todo contrario nace de su contrario en un proceso de doble generación. Vida y muerte son contrarios. Por lo tanto, de la vida nace la muerte y de la muerte nace la vida.
La estructura misma de lo real, del mundo como totalidad, presenta y representa en su base una concepción dual de la Naturaleza y del hombre. En la Naturaleza todo es y sucede o por necesidad o por contingencia; todo está determinado o por leyes de la causalidad o por las leyes físicas. Así sucede con el hombre, pues es tanto una sustancia pensante como una sustancia extenza o corpórea; es alma y cuerpo al mismo tiempo; es uno y múltiple al mismo tiempo; duerme y despierta, sufre y goza, llora y ríe; se entristece y se alegra, razona y siente, vive y muere, etcétera. Porque uno nace y muere, pero no dura por siempre. Aunque, como señala Wittgenstein, “si entendemos la eternidad no en el sentido de duración temporal infinita, sino de intemporalidad, entonces la vida eterna pertenece a los que viven en el presente [Tractatus lógico-philosophicus].
En efecto, también las tesis wittgenstenianas del Tractatus: 1.“El mundo es todo lo que es el caso” y 7. “De lo que no se puede hablar, lo mejor es callar” nos permiten acercarnos, de manera sumamente concreta, a las concepciones dualistas de la cultura y saber humanos. Porque en Wittgentein no hay caso sin hechos, no hay hechos sin cosas y no hay cosas sin mundo; de manera similar, no hay metafísica sin física; no hay pensamiento sin lenguaje; no hay objeto sin sujeto y no hay lógica sin mística.
Wittgenstein solía comparar el pensar con la natación; así como en ésta nuestros cuerpos tienen una tendencia natural a flotar sobre la superficie del agua, de modo que se necesita un gran esfuerzo físico para sumergirse hasta el fondo, de igual modo en el pensar se necesita un gran esfuerzo mental para alejar a nuestras mentes de lo superficial y sumergirse en la profundidad de un problema filosófico.
Un libro: El evangelio de la depresión
Hace 3 años
1 comentario:
1. ¿Cuáles son las primeras civilizaciones en donde el dualismo aparece o se alcanza a notar?
2. En el dualismo, ¿es necesario que siempre haya lucha entre dos opuestos de manera tajante y radical?
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