Uno de los hombres que se ha dejado enviciar por el cristianismo, es San Agustín, pues este personaje, acepta que es un hombre que ha sido tan vil, se ha dejado llevar por la carne, el deseo, entre otras cosas que en ese momento se consideraban como algo indigno por la sociedad y la religión.
Él nos comenta, en sus Confesiones, las cosas que hizo, y que gracias a Dios su camino se ha reivindicado. Posteriormente nos habla de que no tolera las cosas que los otros hombres hacen. Pero porque ese repudio contra ellos, pues seguramente es porque le recuerdan así mismo, cuando el vivía sobre sus propias leyes, haciendo y deshaciendo lo que deseaba. En este personaje se ve claramente ese dualismo en mayor medida, el enfrentamiento consigo mismo, y Dios en medio. Agustín es un hombre, que ha aprendido a seguir adelante sin tratar de olvidar las cosas que antes hacía, es un hombre como muy pocos, pues intenta lidiar sus problemas acordándose de su pasado, y no como otros que han llegado a Dios y, olvidan todo, pues aseguran ser hombres o personas nuevas.
Pero detrás de todo, San Agustín se repudia a si mismo, por ser hombre, alguien que siente esas pulsaciones del cuerpo, que no le dejan vivir en paz. Es difícil, hablar de los cristianos sin que le tengan un mínimo repudio a las sensaciones carnales y pasionales. Este cristiano no podría se la excepción, donde ha dejado sus emociones, antes le atraía las cosas carnales y materiales, pero ese vicio lo ha cambiado por otro. Ese nuevo vicio al que cedió, todo su ser, se le puede llamar Dios. Pues cuando habla de él, acaso no siente esas sensaciones que le recorren por el cuerpo, ese orgasmo porque sabe y siente de lo que habla, es decir de Dios.
Una persona religiosa como él, que asegura todas las cosas, cuando habla del creador, y intenta mostrarnos el camino de la verdad y la salvación, pues necesariamente debe sentir todo aquello de lo que habla, ya que si quiere convencer necesita primero convencerse, pues si San Agustín no siente nada de satisfacción, orgullo, esa embriagues que lo consume a uno, cuando esta lleno de placer, por lo que acaba de hacer, si esto no es así pues entonces él no es un verdadera cristiano.
Entonces lo que hizo, nuestro pensador cristiano, fue cambiar de vicio, de los enfermizos que degeneran el cuerpo, cambio a uno que degenera la mente y lo lleva a no sentir nada; que esta totalmente en contra de los sentimientos que deberían hacer sentir Dios, pues su presencia te llena de felicidad y tranquilidad, y cuando se lleva la palabra de Dios a otros pues te causaría efecto más placenteros, puesto que estás ayudando a otras personas, quizás Dios no te recompense por ello, pero solo hablar de lo que te gusta, lo que te deleita, te hace sentir uno de las mejores sensaciones, es decir, un orgasmo. Pues como competir con lo que uno mismo siente, en ese caso deja todo y estate quieto y cada vez que algo te produzca algún sentimiento aléjate de ello.
Pues si Dios, que es supuestamente el mayor de todos los bienes, te ha producido sensaciones, de las cuales has huido, y te han prohibido sentir, estas pues en el lugar de la mayor contradicción del mundo, sentir o no sentir a Dios, en su mayor expresión en ti, la felicidad,
Daniel Avila Morales
Él nos comenta, en sus Confesiones, las cosas que hizo, y que gracias a Dios su camino se ha reivindicado. Posteriormente nos habla de que no tolera las cosas que los otros hombres hacen. Pero porque ese repudio contra ellos, pues seguramente es porque le recuerdan así mismo, cuando el vivía sobre sus propias leyes, haciendo y deshaciendo lo que deseaba. En este personaje se ve claramente ese dualismo en mayor medida, el enfrentamiento consigo mismo, y Dios en medio. Agustín es un hombre, que ha aprendido a seguir adelante sin tratar de olvidar las cosas que antes hacía, es un hombre como muy pocos, pues intenta lidiar sus problemas acordándose de su pasado, y no como otros que han llegado a Dios y, olvidan todo, pues aseguran ser hombres o personas nuevas.
Pero detrás de todo, San Agustín se repudia a si mismo, por ser hombre, alguien que siente esas pulsaciones del cuerpo, que no le dejan vivir en paz. Es difícil, hablar de los cristianos sin que le tengan un mínimo repudio a las sensaciones carnales y pasionales. Este cristiano no podría se la excepción, donde ha dejado sus emociones, antes le atraía las cosas carnales y materiales, pero ese vicio lo ha cambiado por otro. Ese nuevo vicio al que cedió, todo su ser, se le puede llamar Dios. Pues cuando habla de él, acaso no siente esas sensaciones que le recorren por el cuerpo, ese orgasmo porque sabe y siente de lo que habla, es decir de Dios.
Una persona religiosa como él, que asegura todas las cosas, cuando habla del creador, y intenta mostrarnos el camino de la verdad y la salvación, pues necesariamente debe sentir todo aquello de lo que habla, ya que si quiere convencer necesita primero convencerse, pues si San Agustín no siente nada de satisfacción, orgullo, esa embriagues que lo consume a uno, cuando esta lleno de placer, por lo que acaba de hacer, si esto no es así pues entonces él no es un verdadera cristiano.
Entonces lo que hizo, nuestro pensador cristiano, fue cambiar de vicio, de los enfermizos que degeneran el cuerpo, cambio a uno que degenera la mente y lo lleva a no sentir nada; que esta totalmente en contra de los sentimientos que deberían hacer sentir Dios, pues su presencia te llena de felicidad y tranquilidad, y cuando se lleva la palabra de Dios a otros pues te causaría efecto más placenteros, puesto que estás ayudando a otras personas, quizás Dios no te recompense por ello, pero solo hablar de lo que te gusta, lo que te deleita, te hace sentir uno de las mejores sensaciones, es decir, un orgasmo. Pues como competir con lo que uno mismo siente, en ese caso deja todo y estate quieto y cada vez que algo te produzca algún sentimiento aléjate de ello.
Pues si Dios, que es supuestamente el mayor de todos los bienes, te ha producido sensaciones, de las cuales has huido, y te han prohibido sentir, estas pues en el lugar de la mayor contradicción del mundo, sentir o no sentir a Dios, en su mayor expresión en ti, la felicidad,
Daniel Avila Morales
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