martes, 1 de diciembre de 2009

Una breve reflexión en torno al arte medieval

Las representaciones artísticas medievales son producto del imaginario de la conciencia del artista medieval. Como tales se encuentran circunscritas en su momento histórico, aunque algunos autores podrían llegar a cuestionar semejante afirmación. En efecto no niego que cierta genialidad escape al espíritu del tiempo, como tal vez Nietzsche escudriñando dentro de sí relató.
Hay un cierto fatalismo en el nihilismo que se está dispuesto a asumir cuando se niega una realidad intrínseca a las cosas, sobretodo al sujeto, con fuertes consecuencias éticas y morales.
En la esfera de lo estético, el sujeto puede tratar de llenar semejante vacío mediante sus capacidades artísticas, pero el hecho de que busque realizar la obra artística y otras obras ya es síntoma del vacío que se actualiza mientras más se niega mediante la poiesis. El hombre, en cierto modo, crea porque es aburrido.

Sin embargo, antes de la modernidad y la deconstrucción nietzscheana, podría parecer un poco imprudente dar por hecho que el artista buscase llenar un vacío como el vacío que experimenta el moderno. El vacío es interpretado por el artista medieval como la falta de acercamiento a Dios. Además el artista se enfrente con el problema de representar a lo divino. Se ve forzado a darle una caracterización antropomórfica.
Si bien es cierto que en el imaginario medieval comúmente instituido entre la mayoría de los católicos la figura Paterna, lo uránico-masculino como Creador, el Cielo como Padre es reminiscente de distintos panteones, mitologías, cosmogonías y religiones – y por tanto, también es reminiscente transhistoricoculturalmente conservar el valor simbólico de lo masculino como causa principal y absoluta – también es cierto que la mayoría de las obras que conservamos desde el medievo y el renacimiento están construídas de una manera peculiar. No me refiero a la técnica, pues técnicas hay muchas. Me refiero a los motivos sociopolíticos.

Si hemos de hacer un análisis del Renacimiento, los historiadores del siglo XX han hecho gran hincapié en los patronos de las artes como los Medici. Si bien es cierto que podría interpretarse que los artistas construían sus obras con absoluta libertad bajo el patronato de tales señores distinguidos, también podría interpretarse lo contrario, que dado que las condiciones de posibilidad de creación de la obra, es decir, las necesidades biopsíquicas del artista, los materiales, los lugares en los cuales se erigirían las obras, no siempre estaban a cargo del artista, sino más bien del patrón de las artes. De lo contrario ¿por qué el artista se adheriría al patrón, viviendo en su corte o como su protegé?

Esta breve reflexión tiene por objeto dudar de la libertad artística del autor. No solo puede ser el autor presa del Zeitgeist, también puede ser presa del patrón debido a la falta de recursos-condiciones de posibilidad de creación artística. ¿Qué nos asegura que en el Renacimiento y en el Medievo el autor se expresó libremente? Hasta donde sabemos, la Iglesia Católica muchas veces funcionó, en un plano jurídico, con las mismas facultades con las que contaría el Estado hoy en día. La Inquisición persiguió personas. La Iglesia era la otra institución, además del Estado monárquico, capaz de dar a los artistas las condiciones de posibilidad para que ellos hicieran su labor poética. Existen incontables representaciones pictóricas dentro de las capillas medievales que han subsistido. ¿Qué nos hace creer que un organismo de tal poder daría libertad plena al artista?

Además, hay una libertad ontológica y estética que el artista se construye hasta después de la Modernidad. El arte se escinde de la necesidad de representar temas objetivos o públicos : ya no se forza a imitar a la naturaleza ni representar lo divino.
Hoy en día lo que importa es el sujeto, esa esfera que se escinde de lo Real como algo público para así dotar de realidad a figuras que ya no representan lo externo sino que son manifestaciones de la psique del autor. De todas maneras, al pensar el arte, desde Kant, solo completamos nuestro juicio haciendo como si, como si esto, en tanto que obra de arte, fuese lo otro, en tanto que objetivo o realísimo. Pero tal completud del juicio es solo un juego pues no hay manera de determinar estéticamente al noumen de manera que teóricamente nos aseguremos de su estatuto ontológico. Quizá esto ya era de conocimiento de algunos artistas medievales, pero podríamos imaginar que la postmodernidad no sucedió antes pues la institución católica impuso serveras restricciones sociales para mantener cierto órden público basado en su muy característica lectura e interpretación de los textos revelados cristianos.

Autor : Montes Ruiz Carlos Eduardo

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